En todas las empresas hay pelotas. Corte de aduladores. Cuadrilla de palmeros. Correvediles.
Y en todas las empresas, dentro de esta jarcia, siempre destaca uno sobre todos.
La que por ejemplo se toma el día libre para acicalarse y estar a punto y a guapa y de estreno para la cena que el jefe magnánimo ofrece. Bien diseñada la estrategia para pillarlo a solas en las postrimerías -en dura batalla con sus de común amigas pero en ese momento enconadas rivales-
El que prepara el discurso laudatorio del magnate -lo suelen hacer entre varios- para leerlo con voz engolada al final de la cena entre palmas y vítores de consmiseración mayormente.
Los que más chulos que nadie devuelven el regalo a la empresa magnánima que tanto los cuida -aunque curiosamente necesitan pringar a los demás en tan servil cometido, por una puñetera vez que el jefe se estira!!; en cuestación para galardón, placa o insignia al fundador del centro de explotación.
Y hay ejemplares ya descomunales que, recién llegados, y a falta de otros méritos ya de seguida -sin saber nada de la empresa excepto de quien es el pantalón de cuyo bolsillo sale el magro estipendio mensual (con el que ciertamente ya les vale)-montan cena homenaje al gran preboste de la empresa y su noble parentela digna sucesora del magnate; todos guapos, majos y espléndidos. Dándole igual -no pensando en ello más bien- en los largos años de pringue y explotación que por aquellos acumulan estos que ofendiénoles llama compañeros, fastidiándoles un excepcional día de distensión.
Algunos en el colmo del despropósito obligan a todos -cual secta de juramentados se tratase- a proferir de uno en uno una frase laudatorioa del preboste amado en patético y apoteósico final de anodina cena de empresa en la que ellos como siempre salen ganando.
Hay gente así por todas partes, supongo. Que la vida está chunga, lo se; pero un poquito de por favor.....
jueves, 18 de diciembre de 2008
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