viernes, 19 de diciembre de 2008

El Amo (o de la soberbia)

Hoy el Amo me ha ofendido públicamente -una vez más- reprochándome determinado aspecto de mi físico.

No me vale que el luego se autoflagele diciendo que está igual y me de una palmadita en la espalda -que con rostro de corderito (por puro deconcierto) encajo-.

Yo nunca me atrevería a reprocharle ningún defecto físicio -en realidad, yo ni ninguno de sus súbditos, nos atreveríamos a reprocharle nada- Porque es el Amo. El que de su mano nos da de comer que dirían aquellos.

Luego por la noche, esta misma noche, homenajearan al Amo. Y yo seré maldecido por no participar en el acto.
En el aplauso de quien cuando le da la gana me ofende. Porque es el Amo.

No me quitará el sueño la nueva humillación del Amo. Ya me la ha quitado bastante todas las sumisiones y vejaciones de todos los Amos que he tenido.

Lo que me jode son sus súbditos. Y no porque homenajeen al Amo -son servidumbres disculpables-; sino porque algunos han visto y han callado.

Yo no obstante no lo maldigo. Ni deseo verle en otra tesitura.

Ya lo tiene todo hecho.

Ellos en cambio no pero se conforman.

Y homenajean al Amo que nunca serán.

A todos los amos de cuyas manos comerán. Y harán homenajes.

Y cuyas insolencias injustas siempre callaran.

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