miércoles, 31 de diciembre de 2008

estantes vacios

No quedaba vodka barato ni ron en el hipermercado. Para los últimos rezagados ya cualquier cosa valía con tal que tuviera 40º de graduación alcoholica.
Y removiendo en los frigoríficos aun pescaban alguna bolsa de anillas de calamar y salteado talilandés. El alijo de berberechos y zamburiñas no es suficiente sostén para los remilgados que no se apuntan a la sabrosa lechona o que han llegado tarde a ella.

Las peluquería fabrican a destajo barbies y madonnas, mujeres fatal y eimisuainjaus para las más jovencitas; que embutirán por la noche pantis seductores -de putón verbenero, vaya-, exhibiran transparencias extemporáneas, y marcaran curvas, badenes y baches.

En las lencerías no quedan tangas rojos. Aunque algún hilo dental guardarán en sus tocadores.

Tampoco quedaban slips de dicho color en los chinos; que los hombres se han apuntado también a la horterada.

Que hastio de noche verbenera. El problema es que mañana por la mañana todavía seguirá la noche y estarán montados sobre las aceras improvisados bufets libres y material de papelería varnavalero; y ocuparán los rincones parejas de ultima hora que apuran el último trago de la noche; el más espeso; a las que para colmo habrá que pedir perdón por haberles molestado cual si se hubiera introducido un extraño en su dormitorio. En que convierten la acera.

Y algún manta resurgido de temprana borrachera en segundo aliento aun dará tabarra con el traje de papá hecho un asco.

Que asco de fiesta. Enmarcada eso si en el largo periplo de bacanal y orgía llamado navidad, navidad. Canutos, borrachera y felicidad.

Ya he ido al videoclub a montar mi noche.

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