martes, 16 de diciembre de 2008

El gordo de las barbas

Hoy lo he visto merodear por mi calle. Inciando a la gente a consumir y celebrar la Navidad, alegría, alegría.

Y acaso ha sido por su porte desaliñado -no llenaba el señor ni de lejos el traje de adefesio- me he aguantado las ganas de decirle cuatro cosas. En el fondo es un currante.

Pero me resulta patétita su estampa premonitoria como las ridículas bombillas que burdelean la ciudad, de la orgía de consumismo y alcohol que se avecina y acecha.

No muy distinta que la $ de dolar.

Odioso personaje como pocos; con ridículo nombre de santa, vestido de con pijama de bazar oriental; que incita al exceso inequívoco que luego delatarán las aceras.

ho, ho, ho...

Ni puñetera gracia.

No me vuelvas a importunar.

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