sábado, 2 de mayo de 2009

Malditos puentes (la crisis)

Ya sabéis que los odio (a los puentes y las fiestas)

No, en cambio, la gente normal. Que se llena la boca de hablar de crisis pero que, como siempre, ha copado todas las ofertas de escapadas que ofertaban las agencias de viajes. O bien ha inaugurado la temporada veraniega y bien acicalada ha botado de nuevo su barca (o su yate) para empezar a navegar. Tumbados en las cubiertas embadurnados de los primeros apestosos aceites de coco que conciten bronceados.

Ayer no había nadie en las calles. Ni dios (que tampoco era fiesta de procesiones).

A las manifestaciones verbeneras -sin calificación peyorativa- fueron los cuatro gatos de siempre -salvo en el momento de la paella en que hubo un repunte (y un recuento)-. Así que la gente -las víctimas de la crisis- estaban de viaje o de excursión. O comiento calamares La Caldera en el gallinero atestado de la Aurora, en la Plaza del mismo nombre, donde en homenaje a los primeros turistas se oía más estruendoso que nunca el clinc clink de las "closcas" variopintas entrechocando entre descomunales calderos.
Algún arponero afín todavía tuvo que acercarse a un Lidl abierto -como no!- a ver si quedaba algo porque podía quedarse cortos.

Crisis, si. pero el Granero es diferente.

Aquí puede venir incluso hasta bien si sirve para que los tradicionales haraganes avarientos aprovechan para desenterrar el parne que acaso en botes de colacao (o cacao soluble lidl) tendrán bajo algunas baldosas (descritas en el plano secreto del misterioso cajón del escritorio antediluviano con única llave) o en un rincón del huerto -cuatro pasos a la derecha del gallinero, bajo una mierda de cabra-, repartir herencias, liberar fondos de inversión, y aparte de restringir lujos particulares desamortizar e invertir.

Y acaso crear un poco de riqueza.

Crisis si. La misma crisis de cada año para la gente normal.

Lo demás, los que lloran, mucho cuento -millonarios haraganes que se atreven a llorar en pos de subvenciones y prebendas ante el horrorsa perspectiva del trabajo -monos azules, uniformes blanquinegros, gorras de plato, acreditaciones pinchadas en alfiler sobre camisas impersonales asombran y aterran sus noches con pesadillas- o de tener que desempaquetar algún fardo con fajos de billetes bien colocaditos.

Desfachatez y caradura de haraganes avarientos haciéndose los pobrecicos; sin sentido del ridículo ni la vergüenza.

La gente honrada, los trabajadores, están acostumbrados desde siempre a estas situaciones; ellos siempre están en precario y en crisis. Ellos con su esfuerzo estafado han hecho que estos tipos indeseables amasaran su riqueza. Y a hora a los hechan a la puta calle y encima piden a la administración que les ayude. Mientras a la vez salvan los muebles, y los de su familia de vividores, cuyo tren de vida lo deben a sus explotados trabajadores.

Hora es de repartirse las herencias y desamortizar.

Ni siquiera se les pide que trabajen. Pero tampoco que se lleven la tela afanada en su mayoría sospechosamente -con abuso del esfuerso ajeno- a las Islas CAimán.

No, no había nadie en las calles ayer.

Estaban casi todos de viaje, o en la playa.

Mucho cuento.

Y mucha desvergüenza de los de siempre.

Que repartan de una vez sus herencias vergonzosas.

Su dinero robado. Arrancado sin rubor del esfuerzo mal pagado de aquellos a los que luego no dudan en dar la patada disfrazada de ERE.

Y que pague el FOGASA.

Desvergonzados.

Ya se que no van a poder ni querer reflotar el tejido empresarial desmantelado. Pero que al menos lo desamorticen y se muevan.

Hoy tampoco hay demasiada gente por ser sábado.

Ni los gineros del alba cagándose en Zapatero.

Venía ciertamente muy bien para hacer una escapadita.

Mucho cuento.

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