jueves, 7 de mayo de 2009

Mi ambición

Patético cobarde.

Mal tipo.

Señorito mierdoso que nunca serás lo que quisiste ser.

Acaso por fortuna.

Que sólo sabes hacer daño. Y disfrutas del dolor y sufrimiento de la gente humilde que explotas y ninguneas con tu miserable soberbia.

Me has humillado muchas veces. Y te has asegurado bien que tuvieras gente de los tuyos para que te rieran la hazaña -y bien que lo han hecho a conciencia-.

Me has ofendido y escarnecido públicamente.

Y has pretendido darme lecciones de tus fracasos.

Me has explotado -eso se da por descontado-.

Me has estafado.

Pero ver tus intantiles pataleos cotidianos me brindan fogonazos de felicidad canalla, que a falta de otras cosas me hacen disfrutar.

Tu desgracia será, vencidas ya por el tiempo inmisericorde todas mis esperanzas, borradas tras la espesura de unos días de errado derrotero, mis torpes y humildes ambiciones, el motivo de mi vida. De lo que me queda.

Tus malos momentos, tus batacazos envueltos en volatín y aspaviento ridículo, mis revulsivos que celebraré en silencio -dejando de morderme los labios con rabia-; y disparando pelotas de ogma a la pared que refleja tu sombra maligna.

Los compungidos rostro de tu pagada cuadrilla de adoratrices -todo tiene un precio, todo se compra y se vende- y sus coros plañideros por tus malos momentos que tantos enemigos te regalan, mi solitaria satisfacción.

Me has hundido. Me has ofendido. Me has hecho odiar la existencia. Hacerme seguro creyente que ya nunca llegaré a nada digno. A lo que yo quería.

Mas el odio deseperado que me has inoculado se revolverá contra tí.

Para lo único que me apetece seguir vivo es para verte sufrir aunque sea un poco cada día, cada semana. Como dosis de urgencia ante la desesperación.

Mi meta es verte fracasar en tus proyectos de mierda. Mi oxígeno tus traspies. Mi convencimiento tus dudas. Mi serenidad tus pataletas aniñadas. Mi alimento el asco y el odio que generas por doquier; fuera del turbio imperio amurallado que te has creado.

Resguardado por terrible cofradía de adoratrices embriagadas del veneno que les nubla la razón. El dinero.

Tu maldito dinero.

Es lo que me mantiene ilusionado.

He querido morirme. Me da asco esta vida equivocada.

Nunca acostumbrado a ser carne de cañón de tercera -a alguien se le olvidó sin duda darme alguna dosis de sumisión, puesto que convencido estoy que no soy ni fui un heroe y menos un iluminado-. Que soy un cobarde obcecado y obtuso.

Ahora ya no; quiero seguir vivo para poder paladear lentamente, como los mejores vinos en ceremoniosos sorbos, tus pequeñitos fracasos que afortunadamente engrandeces.

Tu desgracia es mi fin.

El odio hacia ti mi medicina.

Que me hace "amar" esta puta vida.

No hay comentarios: