domingo, 3 de mayo de 2009

garras afiladas

Socapadas tras rudas estrategias.

Desmedidas cauciones.

Desaforadas cautelas.

Para aplacar al enemigo interior inopinadamente aparecido.

Aunque algunas ya se lo veían venir.

Claro. Eso lo nota una que lleva no se cuantos años.

Perfidia, sinrazón sutil, más descarada, galardonan, no hay duda, el quehacer demorado de la factoría imponente. Sobre sus horrísonos chillidos de maquinaria mal engrasada a la que no es posible acostumbrarse..

Más es el apoyo total de la manada en guardia y su ingente número la más eficaz arma arrolladora.

Que de raiz cercena cualquier conato.

Que se anticipa al foco del incendio.

Sin necesidad que él, su amado, tenga que sacar la manguera.

Aunque siempre es demasiado tarde.

Siempre hay alguna que abundará en la defensa y le comerá la oreja a su amo. A cambio de su rostro de impenetrable rictus, en el que ella no obstante verá sereno agradecimiento.

Y el sacará con aparato y grotesco simulacro su manguera, ante la concurrencia sabiamente impostada de anonadamiento. Y jaleo y solemne y cerrada ovación.

Garras afiladas.

Desde erizadas pieles curtidas.

Murallas de desdén.

Muros de silencio.

Sobre el que se escucha el exabrupto sin dueño.

Del que todas se hacen responsables.

Severa guardia irreductible.

Sólo en las turbulentas madrugadas en que ella arde.

Mas nunca, ni en sueños, ella se consume.

Nunca.

Que el Amo el dueño de los sueños y pesadillas que tampoco escapan al control de su guardia.

Que el Amo es el dueño absoluto de nuestro tiempo precario.

De nuestros malos pensamientos.

Y las sombras se alargan y duplican.

Y acechan aun más que en los recoletos rincones prohibidos, sospechosos, de la factoría.

En forma de sonrisas siniestras.

Redoblados encontronazos.

Vigilancia exhaustiva de cualesquiera movimientos.

Aunque sea a los lavabos.

Lavabos que son del Amo.

Dueño de todo.

Hasta de las ganas de mear.

Amo.

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