sábado, 16 de mayo de 2009

homenaje a un artista

Hoy, muy tarde, he sabido de la muerte de una gran persona. Que también era un gran artista.

Y que no se llamaba Antonio Vega.

No me precio de estar mejor informado que nadie –ni tampoco, ello es imposible, puedo desconectarme de la realidad (que son tres noticias remendadas)-, pero no hay duda que no hubo tratamiento informativo generoso –por decirlo de algún modo- al hecho de la muerte hace más de cinco meses de Joan Baptista Humet.

¡Cuanta diferencia! ¡Cuanta indiferencia! ¡Cuanta injusticia!

Y no ha sido ni mucho menos por imposibles razones de “discreción” que ataran a los medios de comunicación -hacedores de remiendos, tapujos, verdades y mitos-, que tampoco había nada que ocultar inconfesable. Eso acaso debió ser uno de los motivos de la minúscula noticiosidad en su momento del evento luctuoso –si su final hubiese sido aparatoso, le hubieran reconocido más méritos artísticos (esto es así)-.

¿Por qué?

He aquí, y discúlpeseme mi tono didáctico –pero me urge (ahora que es tan tarde) expresar en este momento todo lo que pienso- algunas razones:

1º) Joan Baptista Humet fue una persona normal. Un buen tipo. Moderado, pacífico y amable. Celoso de su vida privada.

Ello no vende.

Una persona que cuando se cansó de cantar, acaso por falta de inspiración –su moderación le hizo no darle más vueltas ni discos de despedida al asunto-, sin más alharacas, sin postreros y posteriores recopilatorios a destajo, recreadas versiones de grandes exitos de ayer (entre los que se encontraba alguna joya infinitamente superior a la “chica de ayer”) se retiró.

Y, contra todo pronóstico, se puso a trabajar de verdad en la “vida civil” como un ciudadano más (a lo que, como decía su canción el aspiraba “solo soy un ser humano/vivo en paz, como de lo que gano/ solo aspiro a ciudadano” (vulgar propuesta vital sin duda)y a sumergirse en un feliz anonimato. Ello fue en 1986.

“Silencio” y anonimato del que regresó en 2004, no a modo de desesperada y rumbosa reaparición cautiva de urgencias –de todo tipo- sino por petición sincera de un puñado de seguidores poco ruidosos pero enconados, compungidos aun ante lo que entendían inexplicable, necesitados de su canción y su mensaje que nadie, ningún otro, podía colmar; – seguidores tranquilos como son los que le admiran-; y de este modo (como pluriempleo) sacó un nuevo disco con nuevas canciones (ello es destacable –nada de recreos, rememoranzas, remixes o covers)-, que con su genuino humor sin estridencia tituló “Solo bajé a comprar tabaco”.

Ya tampoco ello fue noticiable. Nunca fue un fenómeno de masas, pues menos relevancia debía tener su regreso –“problemas de distribución" se le llamó piadósamente a eso a quienes estábamos conmovidos por el inopinado regreso, y luchando con denuedo para intentar explicar a las nuevas generaciones la magnitud de la noticia -tampoco ciertamente ello nos quitaba el sueño-.

Ello no vende. Ello no es noticiable. Para los mass media este señor era ya solo una cita difícil en pie de página de foto colectiva; un demasiadas veces ¿Quién es este?

2º) No se drogó –o al menos así no no hizo saber ni se jactó de ello- ni murió a causa de las drogas sino por una cruel enfermedad demasiado común: un cancer de estómago que le hizo padecer un durísimo calvario que tampoco llenaba fotografías ni portadas. Ni le permitió ni quiso exhibirlo –acaso incluso en escenarios asido a un mástil a modo de micrófono con ridículo coro de alucinados pagándose el concierto-. Aunque tocó en su obra de forma sin igual el tema de las drogas en una arrebatadora canción titulada “Clara” no obstante su tono sereno y cercano. Sin estridencia. Como era él. Sin levantar la voz. De esta durísima canción acaso a muchos solo les ha quedado la melodía inicial que aun se oye a algunos silbar sonrientes o yendo en bicicleta.

No fue un maldito, pues. Ello no vende.

3º) No fue un cantante político. A pesar de la época no se sumergió en la vorágine de la facilona canción-homilía desde torcidos gestos, himnos apocalíticos eiracundos y tonos elevados -grito pelado la mayoría de las veces-. Dijo todo lo que tenía que decir con profundidad y mesura. Llegando así como ninguno al alma. Sin estridencia.

Ello no vende. No hay himnos generacionales en su repertorio, aun cuando sean para rellenar un recopilatorio de grupo de marginales -en el peor sentido de la palabra-.

4º) Porque aunque hubiera podido tampoco fue de los otros, de los “te amo te amo corazón”, “lalala”....; no lo quiso ser. Las portadas de los discos de la época –de patrón clásico eso si- dibujaban a un tipo majete bien maqueado para la ocasión. Pero el cantaba cosas demasiado suaves o moderadas y no se le conocían devaneos más allá de sus pulcras puestas en escena. Fuen un señor casado y con hijos desde joven.

Y ello no vende tampoco. No había carnaza para las revistas del corazón tan en auge.

5º) Fue una persona normal. Una buena persona. Cálida y amable. Sin golpes escondidos, pasados oscuros, dobles filos, halos de misterio, miradas borrosas e impenetrables.

La muerte de alguien tan vulgar, pues, no merecía ser noticiable.


En fin, que hoy, cinco meses y medio después, al acceder a su web en busca de pequeñitas novedades -algún remoto seguidor heterónimo que desde las antípodas muestra su sereno fervor, o la reseña de un conciertillo entre amigos- me he encontrado con unas palabras emotivas de su hermano dando cuenta hace cinco meses de tal noticia.

Y un escalofrío, desde cierta inyección en vena de dolor, sombra y tristeza, me ha recorrido todo el cuerpo.

Y he llorado hoy por la muerte de JOAN BAPTISTA HUMET acontecida el 30 de noviembre de 2008.

Y hoy,en su pequeño pueblo natal –Navarrés (Valencia)-, mientras toda la peña esté viendo el miserable festival de Eurovisión un grupo de músicos (se dirá que "de medio pelo", y a mucha honra –los mejores artistas- le rinden un homenaje). Evidentemente no estarán todos, ni falta que hace. Las agendas de los manager y gabinetes de prensa no tienen hueco para tanta minucia.

Creo que la SGAE no le rindió en su momento ningún homenaje de cuerpo presente, ni de ningún otro modo.

A quien tuvo el honor de no ser autor de bodrios como “la chica de ayer”.

¡Que injusto es el mundo!

La verdad es una gran mentira. Un gran tapujo.

Se me olvidaba comentar que, Joan (indistintamente Juan) aunque empezó a cantar en catalán, realizando obras maestras en dicho idioma (no acabando de vincularsele con la “Nova Cançò” precisamente por no ser un maldito ni tener en su repertorio canciones de segunda intención de aquellas que a veces concitaban a los grises para animar la fiesta con cuatro carrerillas), terminó cantando en castellano. Es decir que, al no llamarse tampoco Serrat o Gimferrer (y aun), se encontraba “en falso”, perpetrando una traición a la lengua para el atajo de fanáticos que también por tal motivo le ninguneó.

Descanse en paz Juan Baptista.

Un día me encontraré con él.

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