domingo, 31 de mayo de 2009

Linchamiento en Málaga

Una turba de hijos de puta -con aspecto de seres humanos- mata a patadas y pedradas a un pobre hombre desesperado.
Los golpes fueron principalmente dirigidos a la cabeza y a la espalda.

Les bastó a estos -a esta jauría malnacida- un simple grito de "al ladrón" de un tiparraco cobarde regentador de un siniestro negocio para ser azuzados y predispuestos a la sangre. Este fue su impulso "heroico" en pos de la sangre. Nada defendían, nada vindicaban, nada pretendían recuperar, ningún ataque les amenazaba ni ninguna agresión les impulsaba a actuar de forma desmedida. Actuaron porque si, porque iban calentitos y tenían ganas de bronca fuerte -celebraban aquel día no se que-.

Sangre inocente que derramar que lograron tras 800 metros de cacería canalla, con aullidos tremebundos de jauría, acorralando a este honrado trabajador en un negro callejón; mas sucio y maloliento que sus conciencias. Que sus plúmbeas calaveras.

Degenerados.

El asesinado por la jauría criminal encima era un trabajador honrado, Mucho más que cualquiera de esta chusma. Un hombre que no sabía robar.

Que no se había llevado nada.

Un pobre currante venido en desgracia. Que no sabía robar ni traficar ni vivir del cuento ni del palo. Como si que sabe hacer esta jauría criminal. Esta masa asesina con aspecto de ciudadanos -la especie más peligrosa-.

Utilizaron sus humildes herramientas para molerlo a golpes, abatirlo y rematarlo con saña contra la acera. Magullando su cuerpo y desfigurando su rostro.

Luego tras saciar su sed de sangre y violencia se abrieron como cobardes. Ahora se les busca a ellos.

Regresaron a sus miserables vidas.

De aplaudidores de delincuentes de cuello blanco.

Un destacado integrante de la chusma que más sangre pudo beber se dedicaba al indecente oficio de aparcacoches. Juanillo el Moro se llama.

Mientras Manuel Berlanga Ríos, de 37 años de edad -sin antecedentes penales- se desangraba en un charco de sangre, tras la acometida de la manada criminal que lo había juzgado, condenado y ejecutado.

Que descanse en paz este hombre honrado.

Que no sabía robar.

Y que en el más allá se encuentre con otro tipo de sociedad. Con otros conciudadanos.

Que le quede el consuelo que cualquier cosa es mejor que esta puta mierda de sociedad.

Malditos.

Hoy, días después, enterrado el honrado trabajador, algunos parroquianos han expresado su pesar absolviendo al ejecutado.

Que se callen todos de una vez.

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