jueves, 23 de abril de 2009

pobrecito

Su ídolo sufre.

Todos le quieren mal.

Le pasa por ser tan bueno.

Pobrecito.

Ayayayay; letanía melosa y delirante de las adoratrices, en misteriosos conciliábulos.

Y nada logra apaciguar sus ánimos, ni los experimentados remedios de la vieja guardia. Paños calientes en forma de bulo, chivatazo, informes y dossiers especiales sobre extraños movimientos cotidianos de sospechosos desafectos.

Nada.

La cofradía anda severamente preocupada. Cuando ella además necesita de su guía más que nadie.

Pobre rebaño disperso en montes perdidos a la anochecida, con un pastor titubeante.

Meditando dar al fin ese paso y encarar el horizonte en lugar de regresar al redil donde todos hallan acomodo.

Esta raro de verdad, ciertamente, el Amo.

El Amo.

Que sigue siendo el dueño absoluto de nuestro tiempo precario.

Que vigila nuestros sueños.

Y nuestros cigarros a deshora.

Perdidos en los lavabos.

Sus lavabos.

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