domingo, 26 de abril de 2009

Me aterra la madrugada (el Amo)

Con las garras afiladas me espera la jauría.

En que sabe convertirse también la entrañable cofradía de las sufridas y bellísimas adoratrices.

Y no podré hacerlas frente.

Me dispararan miradas cual certeras cerbatanas de odio.

Esquinados gestos. Adustos ademanes.

Susurros horrísonos.

Sus sombras nerviosas pajarearan tras los visillos turbando mi presunta calma.

Con la amenaza de su irrupción intempestiva e inopotuna.

Su incesante trajinar.

La pastosa melopea con que entretienen su quehacer cotidiano.

Algún relampagueo tras fricción inevitable que calmaran cuatro gritos.

Suave murmullo cual letanía o mantra.

Que sabe convertirse también contra mi en silbido siniestro de víbora.

Contra el que nada puede oponerse.

Todo por quebrantar una norma del sistema.

Aquello que está encima del Amo.

Que es el dueño absoluto de nuestro tiempo precario.

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