Voy a hablar descarnadamente hoy.
Es característico de todas las organizaciones laborales el tipo que vive del cuento. El pobre inutil lastrado a una rutina en la que solo él en su miseria moral podría sentirse cómodo. Y que le podría ser enhorabuena sino fuera porque ella encuentra un parapeto y atalaya para vigilar y controlar e impedir que otros progresen y logren esquivar una sucia e inutil rutina para aquel deliberadametne necesaria.
El típico listo que cree que el jefe lo adora por ser listo y no por ser el tonto útil; cuando no simplemente el chivato. Aunque algunos se saben de tal condición y lo asumen -no lo dicen- orgullosos.
El tipo poco recomendable que disfrazará de rebeldía su estulticia y traicionará a sus compañeros trabajadores por un aguinaldo o una botella extra en el lote de Navidad.
Que cuando ve al jefe aparecer dobla el espinazo cual si fuera a desenrrollar una alfombra roja.
Pero en el fondo tiene razón. Estos tipos son útiles. Absolutamente necesarios y expresamente seleccionados por los jefes. No fallan.
También están los imprescindibles. Los genuinos imprescindibles. Otro día hablaré de ellos.
viernes, 6 de febrero de 2009
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