viernes, 6 de febrero de 2009

La preferida (del Amo)

Podrían parecer cándidas las adoratrices; más no son para nada sutiles, no , cuando se tercia.
Tampoco son recatadas ni comedidas -bajo ningún punto de vista-.
Y son muy poco dadas a la metáfora. Pero tampoco se abonan -más allá de conatos que saben controlar in extremis con genuina afectación tras medidos aspavientos- a la desnuda y desabrida fricción o bronca que pudiera descomponer acaso su indumentaria, su porte y su gesto perfectamente calculados frente a espejos de cuerpo entero.

Ello era sin duda un dato objetivo fácilmente constatable más allá de pretendidas visceralidades y descontroles que pudieran hacer pensar en imprevisibles e incómodas coyunturas. En incendios que alguien -Él¿Quien sino?- con templanza y heroicidad, y una milagrosa manguera aparecida como en las películas malas de inverosímil lugar, lograra sofocar con denuedo.

Pero aquella mirada profunda y felina -en el peor sentido del concepto (si es que tiene tal manida expresión alguno bueno, que puede haber gente que sienta aversión a los felinos)- arañaba cual sañudo zarpazo el ambiente emponzoñado de la atufante mañana de postrimerías de enero. Cuando el vetusto sistema de calefacción de la oficina -genuina antigualla intrépida que en los tiempos de gloria de la factoría, en ese pasado efímero, fue paradigma de modernidad y esplendor- áñadía aun matices a la turbulenta mezcolanza y conmixitión mañanera de perfumes y aromas nada refrescantes que rezumaba la entrañable y afanosa cofradía. Aturdidores y mareantes desde arrobados y desiguales cuerpos embadurnados o rociados por ellos.

Y es que ya de buena mañana -fuera de todo cálculo y previsión- habían visto sus dos más enconadas rivales -aun cuando sabían ensayar entre ellas si era preciso una estudiada armonía e incluso representar con credibilidad una artificial arcadia feliz si esos eran los designios de El- salir a la favorita del despacho del Amo, con andares exageradamente sinuosos sobre tacones inverosímiles y bamboleo desmedido de caderas -a mitad de camino entre el pavoneo del orgullo indisimulado y las secuelas de una sobreinterpretación- y el cruel aditamento de malvada y malévola sonrisa pintada en su rostro en doble capa de afeite que de cualquier modo de tal guisa miraba por encima de cualquier hombro-. Aun cuando lozana y natural como solo ella sabía mostrarse. Y con dedicatoria especial inequívoca y cruel que un centelleo de una mirada altiva y soberbia refulgía .

Sin duda que la jornada en la organización -una más, tan igual y tan distinta, tan previsible y tan ignota a la vez- con tal abrupto comienzo no presagiaba nada bueno. Aunque tampoco nada que pudiera ser irremediable o catastrófico. Que con una mejor estrategia no pudiera hallar pronto enmienda. O cuando menos remiendo o tapujo.

Puesto que era difícil en estos días hacer sombra a quine se había convertido por méritos propios (¿de quien sino?) en la favorita del Amo. La cual ciertamente no era ni discreta ni diplomática.

-El jefe-y pronuncia rotunda la favorita tal nombre como si tuviera la boca llena- me ha dicho que no le moleste nadie porque tiene una llamada muy importante.... - suelta sin disimulo y con retintín (más allá de su repelente deje) a sus dos émulas la favorita acribillándolas con su mirada insolente y aun evasiva.

- Voy a traerle un café.

Y un relámpago de odio centelleó en la luminosa mañana inopinadamente ensombrecida. Y una sardónica y siniestra sonrisa de cuento retumbó metálica sobre un inopinado silencio.................................

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