Otra vez sobre el Amo

Que inveterada ha establecido una disciplina trasnsformada en rutina incuestionable.

Que inopinadamente hace funcionar una maquinaria lastrada y oxidada.

Que no son querellas los comunes lamentos que hacia ella parecen proferirse. Que son los ayes y suspiros que jalonan el diario quehacer de sus adoratrices. El ruido de fondo, el hilo musical que el Amo sabiamente ha sabido disponer en la factoría.

Sufridas y entrañables adoratrices; incluso cuando mienten, niegan, traicionan y ningunean. Fieles hasta el sacrificio por el Amo. Su Amo Amado. Ante cuya presencia se postran sumisas, le reverencian, le rien sus trivialidades, asienten sus sentencias, bajan la vista ante sus eventuales exabruptos y palabras obscenas; aun cuando lamentan la dureza y severidad de la disciplina impuesta por su amado Amo, que dulcemente sabe a veces esquivar, seguras de la indulgencia pero incapaces de mostrar su rebeldía.
Pero las adoratrices no cambiarían su rutina. El sismema inmodificable que les ha dispuesto el amo; el que hace que la creación funcione; el que hace que ellas sean.

Siempre vigilantes del mismo, siempre prestas al chivatazo, a la amonestación de la mínima manifestación díscola. A la loa y al homenaje.

Entrañable cofradía de sufridas adoratrices. Que hace que todo discurra como solo de una forma puede discurrir.

Como dijo el Amo.

Como le gusta al Amo.