sábado, 28 de marzo de 2009

Yo no olvido la matanza gratuita de Israel

Hace casi cuatro meses el criminal Estado de Israel asesinó con saña -regodeándose ahora sonrientes y zafios en la crueldad aplicada- a más de 1300 inocentes. Mayoritariamente mujeres y niños. Objetivos directos de su "escrupulosa y limpia" operación militar.

Quemó y derribó hospitales, mercados de abastos y escuelas.

Desvalijo y saqueó los comercios y las casas humildes de la gente desarmada.

Violó a las mujeres.

Se molestó el estado criminal porque un borroso espantajo llamado "comunidad internacional" se le reprochaba tímidamente la actuación -hábilmente trazada (si es posible hablar de habilidad en la barbarie)- permitiéndose el lujo bravucón de amenazar y refugiarse bajo el manto de su gran y criminal valedor (el estado matriz de la violencia; cuna del mal que se aventa poderoso por todo el mundo).

Y para mayor desfachatez pintó, en los momentos de más crítica, su carnicera actuación de legitimidad. "Ataque defensivo" llegó con desfachatez canalla a considerarlo-evidentemente no pudo negar que lo que estaba haciendo era atacar-.

Terminó la orgía de sangre. Satisfecha la sed de violencia y satisfecho su airado dios criminal -el orate gritón del más maligno libro de la historia (la Biblia)- que eructó de placer ante tanta muerte cruel y desalmada, lograron echar una cremallera de silencio a la actuacion vergonzante. Y aquí no ha pasado nada.

Ahora, en una muestra más de su degeneración, no es que no se permita recordar el episodio sangriento y criminal del estado apologeta de la violencia, sino que encima son ellos los que se permiten dar por terminado el silencio ¿Para que?

Pues no para dejar oir alguna voz crítica, aunque fuera tímida e hipocrita. No.

Sino que ahora quiebran el silencio para cachonderarse de las víctimas; de los niños sin piernas que dejaron, de la jóvenes violadas, de las embarazadas que mataron. Inmortalizando tales gestas en el más obsceno merchadising imaginable.

Odio y odiaré para siempre al maldito estado de Israel.

El estado del mal -afortunadamente concentrado-.

Y que mis deseos sean las más imprecativas oraciones que pudieran coadyuvar a su destrucción definitiva.

A su extirpación del mundo civilizado al que con desfachatez presumen pertenecer y en posiciones cimeras.

Que una plaga bíblica; que un eructo de su dios loco haga desaparecer esta gangrena bajo un espeso vómito.

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