jueves, 12 de marzo de 2009

Pobrecito (el Amo)

No levanta cabeza.

No le dejan descansar.

Le pasa por ser tan bueno.

¡Ay, el jefe!

Suspiran las adoratrices atribuladas, redoblando sus esfuerzos para reconfortarlo.

Hipersensibilizadas todas las alertas advirtiendo de peligros exteriores que aun más pudieran perturbarlo.

Exceso de celo demasiadas veces.

Pero mejor ello que sufrir la diatriba del Amo.

Sufridas adoratrices.

Un silencio de cementerio asombra la estancia ante su paso firme y hieràtico. No hay arrullo suave ni canora melodía que sirva para enardecerlo y apaciguarlo.

Pobre Amo.

Quien pudiera consolarlo- musitan entre dientes.

Mientras la abeja reina y su cohorte más próxima tiene acceso esporádico a su guarida negra estos días y silenciosa.

Ay, el Amo!

Que bueno es.

Que injusta es la gente con Él.

Y al final del día, cuando el ya no esté, se arracimarán sobre la secreta guardia inquiriendo presurosas nuevas que traigan buenos presagios. Perdonando, como siempre, su postrer desplante.

Por algo la organización, los medios, el aire que se respira y el tiempo que se le dedica y el tiempo que se pierde, es suyo.

Todo es suyo.

Todo.

Es el Amo.

Él es el dueño absoluto de nuestro tiempo precario.

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