lunes, 30 de marzo de 2009

De la inmortalidad (Giorgi Dann)

Anuncia la primera cadena -la del gobierno (la de Zapatero propiamente)- para mañana por la noche, la emisión del típico programa fiestero-retrospectivo a modo de "gala" -de aquellos con muchas tomas de prueba y mucho play back obsceno, rodado en varias e interminables sesiones matinales ante concurrencia de jubilados sonrientes y enardecidos con tentempié, placa de recuerdo y autógrafo de viejo dinosario habitante de los estudios centrales, con genunino y refuerzo de aplausos en lata que nunca se acaban; aun vendido, como no, como "riguroso directo"-.

Hasta aquí nada de especial. La primera cadena cumple su obligación de ser una televisión popular y baratera, que ha de divertir sin estridencia. Genuina primera cadena, servil ya del mercado y la competencia pero sin perder su cariz genuino; el que le da esa entrañable mediocridad; esa sublime vulgaridad.

La sorpresa viene cuando en el cartel autorpromocional se anuncia -y no a modo de emisión de material de archivo (tantas veces reemitido y tan socorrido)- la presencia en cuerpo y alma, y espíritu -del que han pretendido imbuirse tantos- del grandísismo, el inigualable, el único Giorgi Dann. Ataviado y aderezado como solo el sabe hacerlo -por si no fuera sufientemente característica su pinta y su facha-, con estrafalario atrezzo chillón que reboza bien curtidas intemperies recauchutadas y cremoso aditamento facial, y acaso socapadas prótesis que provocan traqueteos y vaivenes inverosímiles y tremendistas.
Y como no, con su genuina chacinería bamboleante y variada haciendo tras el y junto a el, con obscenos toqueteos, magreos y cacheos indisimulados, una esforzada y desmedida performance de sus creaciones revividas. Más bien inmortales.
Y su sonrisa. Esa sonrisa eterna de pillo que acaba de mangarte la cartera y se cachondea en tu cara.
No es un doble. No. Que sonrisa como esta solo puede haber una.
Y vuelven a arder las barbacoas con pantagruélica carnada aditada con mucho tintorro y sangría junto a chiringuitos zahurderos regentados por taberneros montaraces que suavizan sus camisas de papagayos verdes y coronas de guirnaldas, en playas interminables de arenas blancas cual harina de veranos atorrantes donde se despelotan, desmelenan y se dejan broncear impúdicas las chavalas de su mano inigualable, atacadas todas ellas de calentura. ¿Y el que culpa tiene? Si van a por el las titis.
En lascivas noches donde Macumba insaciable busca y encuentra a erotómanos salidos que no pueden dormir. Que no pueden dormir. El negro no puede... no puede dormir.
Mecagüentó.

Ahí está, con dos cojones, este auténtico rey absoluto del verano y de la cutrez. Que por supuesto en esta España querida ha tenido que hacer fortuna. España tuvo que ser. Que acogiera a tal eminencia.

Supongo que del pintas aquel en su pueblo ni se acuerdan.

"Que vuelva Giorgi Dann" decía hace unos años una proscrita canción -dejó misteriosamente de sonar no obstante haber alcanzado al calorcillo de su nombre, cual señuelo y ensalmo, los más elevados puestos de las listas de ventas- de un grupo cuyo nombre ya les hace merecedores de elogio: "La banda del capitán canalla".

¿Que vuelva Giorgi Dann?

Pues ahí está Giorgi DAnn. Con un par.

Cuarenta años despues. El chiringuito sigue abierto.

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