No me da la gana saludaros.
Que me digais lo bien que me va y la tripa que tengo. Y me obligueis con violencia a miraros a los ojos que relampaguean crueldades.
Hecho como estoy al suelo, a las esquinas, al silencio y a las sombras.
Y no me acuerdo de esa anécdota que con sorna y mordacidad malsana me refieres.
En la que yo seguramente metería la pata.
No se de que me hablas.
Dejadme discurrir en paz.
En mi mente resuenan ya demasiados turbios ecos de fracasos y reproches.
Demasiado ruido de cláxones que desde un tiempo perdido me recuerdan que sigo vivo.
Por desgracia.
No me digais nada.
Y si, como queráis, estoy bien. Soy feliz.
Gracias.
sábado, 18 de julio de 2009
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